martes, 13 de noviembre de 2007

Explorando el mundo

Viael miró maravillado el paisaje que tenía ante él. Un paisaje escarpado, de negras rocas puntiagudas y montañas al fondo. Sobre ellas se arremolinaban nubes de gases que al rozar unas con otras, provocaban chispas de electricidad y destellos de luz.

Sintió de repente cómo su compañero se abalanzaba sobre él, deseoso de volver a abrazarle, con tanto ímpetu que le tiró al suelo. Con severidad, le apartó de él y le obligó a contemplar la vista, sujetándole la cabeza. Ante la confusión de su amigo, Viael aprovechó para echar a correr.

No sabía si le emocionaban más los paisajes que iba descubriendo o el reto de tener que correr y saltar sobre ellos. De vez en cuando se paraba a esperar al otro, cuyas habilidades atléticas, si bien no eran malas, no podían compararse con las suyas. Pero Viael nunca se dejaba alcanzar.

Observó con sopresa una fuerte luz en el horizonte. Conforme se acercaba notó un intenso calor. En la cara iluminada del planeta la temperatura era tan inhabitable por alta como por baja lo era en la cara oscura. Afortunadamente, ellos no eran humanos, y lo que a una persona normal le hubiera provocado una deshidratación instantánea, para ellos solamente fue otra emocionante sensación nueva.

Mientras corría a toda velocidad, Viael encontró un gran abismo, una grieta que mediría varios kilómetros de ancho. Pero Viael no tenía ganas de pararse en ese momento. Dio un prodigioso salto, y en su culmen, extendió sus alas y planeó hasta el otro borde.

Su compañero le miraba atónito. Contento con su nueva habilidad, aunque por algún motivo no tan sorprendido como cabría esperar, Viael voló hacia su amigo, le tomó de las axilas, le levantó por los aires y le dejó caer desde una gran altura, pues pensaba que su compañero solamente aprendería cuando tuviera la necesidad.

Éste lo único que pudo hacer es extender sus brazos, piernas y alas para frenar la caída y hacerla menos dolorosa. Pero Viael no le dejó reponerse. Le volvió a coger, a levantar y a soltar. Y lo estuvo repitiendo, para desesperación del otro, hasta que fue capaz de mantenerse en el aire por sí mismo. Entonces Viael volvió a tierra y se puso a correr.

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