miércoles, 14 de noviembre de 2007

La vida de Amarel y Viael

Aquella gigantesca roca se convirtió en el hogar de Viael y Amarel durante mucho tiempo. En ese tiempo crecieron un poco y se dieron cuenta de que no necesitaban tocarse para estar juntos, ni tampoco necesitaban estar juntos todo el tiempo para sentir y desarrollar su afecto.

Esto fue para ambos un alivio, pues les permitió desarrollarse sin frenarse el uno al otro, a la vez que mantenían su cariño y lealtad. También puso de manifiesto que, extrañamente, los dos eran muy diferentes entre sí, a pesar de haber tenido prácticamente las mismas vivencias.

Viael era inquieto e intrépido. Siempre estaba moviéndose. Disfrutaba volando a gran velocidad, pero le gustaba casi más correr y saltar sintiendo las afiladas piedras clavarse en sus pies. Le encantaba conocer sitios nuevos y casi había visto ya todos los lugares de aquel planeta. Miraba con a los astros y anhelaba visitarlos, aunque nunca pudo acercarse a ellos porque necesitaba la atmósfera del planeta para impulsar sus alas. Solamente abandonaba su fugaz movimiento cuando le aptecía disfrutar de su compañero. Entonces se paraba junto a él y se dedicaba a observarle, o se abrazaban y pasaban largos momentos así.

Amarel sin embargo era calmado y contemplativo. Aunque alguna vez caminaba, cuando pretendía moverse más de unos metros siempre volaba. Solía hacerlo muy lentamente, tanto que ni siquiera su compañero, con toda su extraordinaria destreza, lograba ir tan despacio, y miraba mientras tanto al suelo, observando cada detalle. Aunque a su compañero le gustaba conocer muchas cosas, él prefería pararse en los detalles. El tiempo que Viael empleaba en visitar un millar de lugares diferentes a toda velocidad, Amarel podía emplearlo en observar detenidamente cada cristal de una pequeña piedra. Solamente abandonaba esa quietud cuando quería disfrutar de su compañero. Entonces extendía las alas y le perseguía tan rápido como podía, o se ponía delante suya y trataba de escapar de él.

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